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La Carta

by Mary Torres
Las Bellas Artes, son una “armería” que al corazón aprietan. En el Universo se descubren y, se funden con la brillante y, muy cuidada poesía
Mary Torres Calderón

La Carta

Dos corazones mi vida, dos corazones alados, cada vez que yo los miro, siento mi amor a tu lado. La” medida” se la pongo yo, y la “separación” se las pones tú. El “acento” en tus palabras, agudas o, a tus llanas y sinceras palabras, nada coloco porque todo lo que tiene que ver contigo, siempre en mis manos será liviana, tersa, y muy suave ¿La melodía?

La melodía que se escucha, únicamente la escucho yo, porque soy una consumada romántica. Y el ritmo? el ritmo y mi vibración se la dejo a las Leyes del Universo porque “Todo está en movimiento” y al salir del pensamiento, avanza o retrocede siendo malo o, siendo bueno, retornando a nuestro lado de nuevo y, como el amor, siempre es bueno pues desde la Paternidad Divina retorna a nuestras vidas como lo hayamos mandado “atado”

Y, si es la Tierra la que gime y, le damos, no le quitamos, la Tierra nos devuelve con su Sabiduría, un repertorio de dispersas florecitas silvestres, orquídeas lindas, hermosos araguaney de flores cargado y, límpidas aguas corriendo desbocadas, sonriéndonos con mucho agrado. Lo demás. Lo demás, todo te lo dejo a ti, pues con tu pluma, has irisado los muchos “colores” en la Verdad(…)  Descifrándoles, el musical rítmico baile del cisne, que no se dividen, a la milenaria flor de Loto que no se empantana a, inolvidables musicales, voces y, letras que en nuestras mentes no mueren desde sus doradas épocas. Todo sin salirte de los bordes, para no rodar hacia el abismo o, sacando fuera del Arte, lo que es Arte, aunque venga de la mente de “revolucionarios”

Y, a las reflexiones de un corazón en un sin razón con sus alas tan pequeñas y con una tosca pluma de “cascaron” en sus cansadas manos, pero vuela a tu lado muy enamorado y, al que siempre, tu le has respetado

Bien sabe Dios que: las musas, pueden ser niños maltratados, niñas violadas, un anciano ignorado, la ignominia, la impiedad, los pecados capitales, los congéneres en la calle muriendo de mengua, cansados o sin un bocado, un preso “archivado” sin buscarle la salida, para que sea un nuevo ser rehabilitado, los jóvenes. Y Jesús de Nazareth, el Gran Maestro y el Gran Varón que sin ninguna arma, en las manos, se aparecen ahí, con razones, inspirandonos, sin que uno, los haya llamado

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